lunes, 30 de junio de 2014

Escapada a Núria - Día 3: De Núria a Queralbs (Camí Vell por el Roc del Dui)


Para leer el segundo capítulo clic aquí:



18 de Junio de 2014

Y llegó el día... ese que aunque alegre y lleno de sorpresas, tiene un sabor agridulce: el día de la vuelta a casa.
Después de pasar una buena noche (dormí como un tronco), una musiquita suave y relajante se "coló" en mis sueños, haciendo que me despertara dulcemente (nada que ver con mi despertador, con el sonido de un gallo a todo volumen, que me pongo estratégicamente en la otra punta de mi habitación para no lanzar el móvil contra la pared). Y junto al despertador, se hizo la luz, acompañada de un frescor que hizo que me acurrucara debajo de las sabanas.


Hay maneras y maneras de despertarse y podría decir que ese día yo me desperté relajada, descansada y feliz ¡eso no puedo decirlo a menudo!... y parece ser que Alejandro tres cuartos de lo mismo, ninguno teníamos intención de levantarnos de las literas, si no hubiera sido porque era el día de partir (a las 10:00h debíamos abandonar el albergue) nos hubiéramos quedado metidos en la cama un buen rato más.
Haciendo un gran gesto de voluntad, nos levantamos y después de trajinar del lavabo a la litera y de la litera al lavabo para hacer las rutinas mañaneras. Nos dimos cuenta de que por la noche había nevado (de ahí el fresquete que entraba). El pic de l'áliga, que se veía desde la ventana, había amanecido con la cima cubierta de nieve.
Recogimos la habitación y dejamos casi listas las mochilas, bajamos a desayunar y después terminamos de guardarlo todo para iniciar la marcha. 
Al final decidimos dejar el pic de l'áliga para la próxima ocasión (que sin duda la habrá) y repetir la experiencia de bajar caminando al pueblo de Queralbs por el Camí Vell, salvo que esta vez, cogiendo el desvío (un poco más abajo de la cua de cavall) por el roc del Dui. Que recupera tramos del antiguo Camí Vell, anterior a la construcción del cremallera e incorpora también parte del trazado utilizado por este, antes de la obertura del túnel del Dui.


De modo que, con una mezcla de sentimientos (entre tristeza por dejar el valle y emoción por ver la variante del Camí Vell) nos alejamos de la Vall de Núria. Retomando el camino por el que vinimos el primer día (antes de comenzar la ruta, hicimos parada en la tienda de recuerdos donde me compré el escudito de tela con el logotipo de la Vall de Núria para mi mochila).



Y aquí hicimos la última mirada a Núria, en la creu d'en Riba, donde sentados en el banquito de madera comimos el primer día...
Desde la creu d'en Riba (donde por cierto nos cruzamos con tres hombres que acababan de subir corriendo desde Queralbs y en concreto el tercero cumplía sesenta años el día siguiente... eso es estar en forma y lo demás son tonterías) hasta la Cua de Cavall y la Balma de Sant Pere (1.735 m) el camino es exactamente el mismo por el que subimos el primer día (Camí Vell por el Pont del Cremal), pasada la Balma de Sant Pere, un poco más abajo. Cogimos el desvío del roc del Dui, cruzando al otro lado de la garganta de Núria, hasta llegar al Refugi de Fontalba (1.600m).






Los muros de piedra del refugio de Fontalba eran parte de la forja que funcionó durante la construcción del cremallera en los años 1928 y 1931.
Hicimos una pequeña parada en el refugio, para beber agua y seguimos el trayecto, subiendo por unas escaleras que nos conducirían al tramo utilizado por el antiguo cremallera (tramo de camino ancho y sencillo sin irregularidades, que brinda el placer de un paseo con bonitas vistas aéreas de la garganta de Núria, donde se puede apreciar los otros dos desvíos del Camí Vell que suben a Núria: el del Pont del Cremal y el de Daió que espero poder recorrer la próxima vez que visitemos Núria).






Después de pasar por el túnel del antiguo cremallera, llegamos a la pared vertical situada en la base del roc del Dui, llamada: Els Descasadors a 1.630 metros. Paso que fue recuperado para el desvío senderista del roc del Dui. 
Desconozco el porqué del nombre, y aunque lo he buscado por internet, no lo he sabido encontrar. Pero, en la exposición dedicada al Camí Vell, que vimos el día anterior en la Vall de Núria. Leí que era muy típico que algunos de los peregrinos que recorrían este camino, hacia el santuario de Núria, eran matrimonios que se encontraban en un punto crítico de su relación y que según dicen, al llegar al santuario de Núria los matrimonios se arreglaban y estrechaban sus lazos... Tal vez esto tenga que ver con el nombre de esta pared vertical (tramo abierto con enorme dificultad en la época del ferrocarril).



Y al fin llegamos al tramo llamado Roc del Dui (1.512 m), una cornisa amplia e inclinada formada por la características gneis (roca típica de la garganta de Núria), de consistencia durísima y que es hogar de águilas y buitres, que por cierto pudimos observar como volaban en círculos, aprovechando las corrientes de aíre, muy por encima nuestro.
Pasado el roc del Dui, el paisaje comenzó a cambiar, dejando atrás la visión de los otros dos caminos a Núria, para volver a los caminos, ahora ya familiares, que se acercan a Queralbs: senderos estrechos y encantadores, donde las ginestas te abrazan y el aroma fresco de la albahaca y la menta hacen presencia cuando te acaricia la brisa.
Al poco de recorrer los nuevos caminos, casi escondidos en la vegetación, aparece entonces el tejado de pizarra del Oratori de Corbell, construido mirando hacia una magnífica visión del valle de Ribes y la garganta del Freser, y a su vez medio escondido entre alfombras amarillas de la ginesta...



El Oratori de Corbell (1.495 m) es una de las paradas casi obligatoria para los peregrinos a Núria, donde además de descansar en los bancos de su interior o abrigarse en caso de tormenta, pueden ofrendar a la virgen de Núria.




Dejamos atrás el Oratori de Corbell, descendiendo por un tramo empedrado y plagado por las mencionadas ginestas, hasta volver a incorporarnos al ya conocido tramo del Camí Vell que recorrimos el primer día, pasando de nuevo por La Ruira (1.335 m) y llegando de nuevo a Queralbs.
Durante parte del trayecto (a excepción del desvío del Roc del Dui) compartimos camino con un gran grupo de adolescentes, que aunque en parte nos privaron de los sonidos de la naturaleza, si nos arrancaron alguna que otra carcajada al escuchar comentarios típicos de los quinceañeros... si es que en el fondo, nuestro lado de monitores empatiza con los chavales :)


Y bueno, podría decir que aquí termina nuestro viaje, que regresamos a casa y ya está. ¡Pero no, el viaje aún nos deparaba alguna que otra sorpresa antes de coger nuestro tren en Ribes Enllaç!.
Al subir en el cremallera (esta vez lleno de gente mayor, que supongo que bajaban de una visita guiada en Núria) estuvimos en silencio, observando, un tanto melancólicos el paisaje que nos rodeaba... viendo como cada vez, la vegetación frondosa de alta montaña comenzaba a quedar atrás... pero, de repente ¡UN ZORRO! ¡tuve el enorme privilegio de ver un zorro! ¡que ilusión!, tan solo fueron escasos segundos (los suficientes para gritar como una niña: ¡un zorro! y llamar la atención no solo de Alejandro sino también de los dos grupitos de abuelos que teníamos cerca), el animal buscaba tranquilo entre la maleza, supongo que algún roedor. Jamás había visto un zorro en estado salvaje y simplemente aquellos segundos, habían borrado cualquier sentimiento agridulce para llenarme de alegría. Tal vez volvía a casa y al trabajo, pero ¡había visto un zorro xD!.
Al llegar a Ribes de Freser teníamos que esperar, si no me equivoco, más de una hora o dos para que llegara nuestro tren, de modo que regresamos al Petit Bar para comer un buen bocadillo de tortilla y después pasear un rato por las calles de Ribes que no pudimos ver el primer día.


La iglesia de Ribes de Freser, construida en el año 1035 de estilo gótico, me pareció muy bonita y muy bien conservada y tras de ella pudimos contemplar el Granòfir de Ribes (Granòfir: roca de piedra volcánica), el Granòfir de Ribes es uno de los más importantes de Cataluña y corresponde a lo que originalmente era una chimenea de un volcán hace unos 430-460 millones de años.
Después del paseo por Ribes, fuimos a la estación que, como no, estaba desierta. Compramos los billetes y simplemente nos dedicamos a esperar el tren mientras leíamos todos los panfletos que habíamos cogido de la oficina de información turística, donde hicimos parada antes de llegar a la estación. 
Al rato, apareció una policía, por el lado izquierdo de la estación, que se nos quedó mirando. Y en cuestión de segundos aparecieron otros tres policías nacionales, por el lado derecho. Entonces, nos rodearon (nosotros estábamos sentados en uno de los bancos de la estación) y sin más nos pidieron nuestra identificación... después de unos minutos de silencio incómodo, mientras uno de los policías hablaba por el walkie (parece ser que el que estaba al otro lado del aparato tenía problemas para escribir mi nombre...) dando todos nuestros datos para comprobar, supongo, si teníamos antecedentes o algo. Uno de los policías debió verme cara de: "esto es un poco surrealista" y simplemente se limitó a decir: "es solo una comprobación policial". 
Mientras comprobaban si eramos fugitivos o vete a saber que, apareció un grupo de cuatro excursionistas que miraron curiosos y se sentaron en el banco de al lado.
Ya devueltos nuestros DNI, los policías se retiraron a un lado de la estación, (aunque solo nos pidieron la documentación a nosotros dos) y al poco rato llegó nuestro tren.
El trayecto de vuelta fue tranquilo, había mucho que digerir y asimilar antes de que los paisajes de prados y pajaritos cambiaran por los polígonos grises y oxidados, o los edificios apelotonados de las grandes ciudades. Procuré arraigar bien en mi mente el sonido cristalino del agua, la brisa fresca de la mañana, el intenso color amarillo de las ginestas y el gris metalizado de las rocas de la cima del Puigmal... para así de alguna forma llevarlos conmigo a casa y que en momentos de estrés en el trabajo o en los despertares con el melonero o mi super tono de móvil del gallo a todo volumen, pueda cerrar los ojos y trasladarme a la paz y serenidad que me han dado esos parajes.
Y ahora si, aquí termina este viaje. Volviendo a nuestro pueblo, pero con aíres de la alta montaña. Con más historias y anécdotas que explicar y con energías renovadas para seguir planificando nuevas rutas...

¡Gracias por leerme y hasta la próxima ruta!